En aqueste enterramiento
Humilde, pobre y mezquino,
Yace envuelto en oro fino
Un hombre rico avariento.
Murió con cien mil dolores
Sin poderlo remediar,
Tan sólo por no gastar
Ni aun gasta malos humores.
A un hombre de gran nariz
Érase un hombre a una nariz pegado,
Érase una nariz superlativa,
Érase una alquitara medio viva,
Érase un peje espada mal barbado;
Era un reloj de sol mal encarado.
Érase un elefante boca arriba,
Érase una nariz sayón y escriba,
Un Ovidio Nasón mal narigado.
Érase el espolón de una galera,
Érase una pirámide de Egito,
Los doce tribus de narices era;
Érase un naricísimo infinito,
Frisón archinariz, caratulera,
Sabañón garrafal morado y frito.
A una dama bizca y hermosa
Si a una parte miraran solamente
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.
El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.
Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l'alma tantos premios como enojos.
¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?
vuestros ojos, ¿cuál parte no abrasaran?
Y si a diversas partes no miraran,
se helaran el ocaso o el Oriente.
El mirar zambo y zurdo es delincuente;
vuestras luces izquierdas lo declaran,
pues con mira engañosa nos disparan
facinorosa luz, dulce y ardiente.
Lo que no miran ven, y son despojos
suyos cuantos los ven, y su conquista
da a l'alma tantos premios como enojos.
¿Qué ley, pues, mover pudo al mal jurista
a que, siendo monarcas los dos ojos,
los llamase vizcondes de la vista?
Letrilla lírica
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
¿De qué sirve presumir,
rosal, de buen parecer,
si aun no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol
en un dia o en un sol:
desde el Oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
No es muy grande la ventaja
que tu calidad mejora:
si es tus mantillas la aurora,
es la noche tu mortaja.
No hay florecilla tan baja
que no te alcance de días,
y de tus caballerías,
por descendiente de la alba,
se está rïendo la malva,
cabellera de un terrón.
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
Biografía
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
¿De qué sirve presumir,
rosal, de buen parecer,
si aun no acabas de nacer
cuando empiezas a morir?
Hace llorar y reír
vivo y muerto tu arrebol
en un dia o en un sol:
desde el Oriente al ocaso
va tu hermosura en un paso,
y en menos tu perfección.
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
No es muy grande la ventaja
que tu calidad mejora:
si es tus mantillas la aurora,
es la noche tu mortaja.
No hay florecilla tan baja
que no te alcance de días,
y de tus caballerías,
por descendiente de la alba,
se está rïendo la malva,
cabellera de un terrón.
Rosal, menos presunción
donde están las clavellinas,
pues serán mañana espinas
las que agora rosas son.
Francisco Gómez de Quevedo y Villegas, hijo de Pedro Gómez de
Quevedo y Villegas y de María Santibáñez, nació en Madrid el 17 de septiembre de 1580
en el seno de una familia de la aristocracia cortesana. Escritor español, que cultivó
con abundancia tanto la prosa como la poesía y que es una de las figuras más complejas e
importantes del Siglo de Oro español.
En Madrid cursó sus primeros estudios en el Colegio Imperial de
los jesuitas; —hoy Instituto de San Isidro— y después en la prestigiosa
universidad de Alcalá de Henares; después cursó estudios de teología en la Universidad
de Valladolid (1601-1606), ciudad que por aquellos años era la capital de España.
Hombre de acción envuelto en las intrigas más importantes de su
tiempo, era docto en teología y conocedor de las lenguas hebrea, griega, latina y
modernas. Destacaba por su gran cultura y por la acidez de sus críticas; acérrimo
enemigo personal y literario del culterano Luis de Góngora, el otro gran poeta barroco
español.
El año 1606 vuelve a su Madrid natal en busca de éxito y fortuna
a través del duque de Osuna que se convierte en su protector; también entabla un pleito
por la posesión del título nobiliario del señorío de La Torre de Juan Abad,
—pequeña villa dependiente del municipio de Villanueva de los Infantes (Ciudad Real)
al sur de La Mancha—. Se traslada a Italia en el año 1613, llamado por el duque de
Osuna, entonces virrey de los reinos de Nápoles y Sicilia, el cual le encarga importantes
y arriesgadas misiones diplomáticas con el fin de defender el virreinato que empezaba a
tambalearse; entre éstas intrigó contra Venecia y tomó parte en una conjura. El duque
de Osuna cayó en desgracia en 1620 y Quevedo fue arrastrado en la caída y desterrado a
sus posesiones de La Torre de Juan Abad, después, sufrió presidio en el monasterio de
Uclés (Cuenca) y arresto domiciliario en Madrid. Por defender con virulencia la propuesta
que el Apóstol Santiago fuese elegido el patrón de España, en pugna con los carmelitas
que proponían a Santa Teresa, se vuelve a ver Quevedo castigado al destierro de nuevo en
La Torre de Juan Abad. Esta etapa azarosa y desgraciada marcó todavía más su carácter
agriado y además entró en una crisis religiosa y espiritual, pero desarrolló una gran
actividad literaria. Con el advenimiento del reinado de Felipe IV cambia algo su suerte;
el rey le levanta el destierro pero el pesimismo ya se había apoderado de él.
Su matrimonio con la viuda Esperanza de Mendoza (1634) tampoco le
proporcionó ninguna felicidad al gran misógino y se separó de ella a los pocos meses.
De nuevo se siente tentado por la política, pues ve el
desmoronamiento que se está cerniendo sobre España y desconfía del conde-duque de
Olivares, valido del rey, contra quien escribió algunas diatribas amargas. Más tarde,
por un asunto oscuro que habla de una conspiración, es acusado de desafecto al gobierno,
y es detenido en 1639 y encarcelado en el monasterio de San Marcos (León), —hoy
convertido en parador turístico de lujo— prisión tan miserable y húmeda, que
provoca grandemente la merma de su salud.
Cuando es liberado, en 1643, es un hombre acabado y se retira a
sus posesiones de La Torre de Juan Abad para después instalarse en Villanueva de los
Infantes donde el 8 de septiembre de 1645 murió.
* * *
Como personaje perteneciente a la nobleza del siglo XVII, Quevedo
ostentó los títulos de Caballero de la Orden de Santiago y Señor de la Torre de Juan
Abad.
Su obra literaria es inmensa y contradictoria. Hombre muy culto,
amargado, agudo, cortesano, escribió las páginas burlescas y satíricas más brillantes
y populares de la literatura española, pero también una obra lírica de gran altura y
unos textos morales y políticos de gran profundidad intelectual, que le hace ser el
principal representante del barroco español. Su obra está entroncada con su forma de
vida: desenvuelta y alegre en las sátiras de su juventud —letrillas burlescas y
satíricas como "Poderoso caballero es don Dinero"— es el Quevedo más
conocido y popular. Criticó con mordacidad atroz los vicios y debilidades de la
humanidad, y zahirió de una manera cruel a sus enemigos, como en el conocido soneto,
paradigma conceptista: "Érase un hombre a una nariz pegado...".
En su poesía amorosa, de corte petrarquista en la que lo que
cuenta es la hondura del sentimiento, Quevedo vio una posibilidad de explorar el amor como
lo que da sentido a la vida y al mundo, ejemplo de ello es el soneto "Cerrar podrá
mis ojos la postrera..." que es uno de los sonetos más bellos de las letras
españolas, en el cual la muerte no vence al amor que permanecerá en el amante como queda
evidente en el último terceto. Es un poeta genial, cuya permanente actualidad,
maravillosa capacidad creadora del idioma castellano, honradez moral y elevada lírica, le
dan un lugar preeminente en la poesía española.
De su prolífica obra en verso, se conservan casi 900 poemas. De
su prosa cabe señalar: "La vida del Buscón llamado don Pablos";
"Política de Dios y gobierno de Cristo"; "Vida de Marco Bruto";
"Los sueños" y "Los nombres de Cristo".
Entre sus poesías hay un sinnúmero de sonetos endecasílabos,
pero también abunda el romance octosílabo y la redondilla. La poesía titulada
"Epístola satírica y censoria..." es un alarde magistral de tercetos
endecasílabos encadenados. Disfrutemos con esta esmerada antología de su inmensa obra
poética.
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